LAS LETRAS DE EVA
Eva López Robinson
Aquí no habían uvas, ni siquiera las conocíamos, como para comerlas una a una al finalizar el año, pero sí habían y muchos, “años viejos” con sus botellas de licor, recargados en el portón de las casas, algunos con el sombrero de paja desparpajado, la cabeza hecha de una playera vieja y pintada grotescamente… los había bien vestidos, de barba y bigote, hasta con botas o zapatos y otros mal hechos, pero eso sí, con sendos letreros colgando del cuello, como éste que transcribo, tomado de un viejo, no muy añejo, en la foto que ilustra las letras.
ME VOY ¡OH MUNDO TRAIDOR!
CON EL ALMA ADOLORIDA
NO GOCÉ POR MIEDO AL SIDA,
DE LAS MIELES DEL AMOR…
DEJO ESTA TRISTE CANCIÓN
A TODOS MIS CAMARADAS
¡VIVA LA DEVALUACIÓN!
BELLAMENTE DISFRAZADA
SI SE EQUIVOCÓ EL PELÓN
¡SE LOS CARGÓ LA CHINGADA!
Año de 1994.
Lástima no tener fotos de cuando las vecinas del barrio bailamos con el viejo para despedirlo; hasta doña Julia Arriola lo prendía de la cintura y con mucho ritmo danzaba ante los aplausos de los presentes. Alegremente se contaban los minutos antes de echar fuego a quienes representaban un depósito de todo lo malo que hubiera sucedido durante el año. De esa manera se “limpiaba” el sendero para el nuevo año.
Los cohetes eran baratos, así que se armaba la rebambaramba a media noche; en mi cuadra quemaban 5 ó 6 viejos, y era la locura aquella humazón llenando las viviendas, como la algarabía de los chamacos que gritaban entusiasmados mientras ardían los muñecos; algunos vecinos accionaban sus pistolas al aire y después todo mundo a felicitarse, cenar y bailar con mucha alegría… mientras la calle quedaba inundada de recortes de papel periódico, un enorme basurero del que protestaban la tía Rita y mi primo Cándido.
Los vecinos amanecían; se escuchaba música hasta entrada la mañana, cuando tomaban un respiro y a media tarde “se prendía la mecha de nuevo” como decía mi padre, y la fiesta seguía, hasta morir el día primero de enero.
Me gusta evocar esos tiempos para sentir menos tristeza por nuestro presente. Llegó el 16 de diciembre y las calles sólo registraron silencio; no aparecieron las ramas y casitas de años atrás; quizá una que otra portada por niños, en alguna noche, y ya… No vi luces navideñas en mi calle, salvo dos o tres casas que las encendieron sólo algunos días. Y el 24 de diciembre, silencio total.
El año pasado sólo un viejo quemaron en la esquina y los cohetes que “tronaban” después, eran los quemados por niños que jugaban. Y era costumbre que desde las primeras posadas se escuchaban cohetes todos los días, precisamente de los niños a los que sus padres acostumbraban comprar su bolsa de petardos; así sucedía con mis hijos… Este año estos artefactos enmudecieron; algo más que desaparece y pregunto ¿Cuántos viejos quemarán en mi cuadra?
Daría para varias cuartillas el relatar el antes y el ahora de estas fiestas, pero prefiero pensar que alguna vez retomaremos las viejas posadas, navidades y fiestas de noche vieja… prefiero seguir creyendo que todo puede cambiar, conservar la fe y seguir andando hasta donde mi camino lo permita, siempre pensando positivamente, porque el “bonche” de negatividad, espera en la esquina de mi cuadra, para quemarlo con viejo o sin viejo.
¡Feliz Año Nuevo… Que el Señor los bendiga abundantemente!