La Polaca
Por Yolanda Gutiérrez Carlín
Dicen que al perro más flaco se le van todas las pulgas; eso pareciera que le está pasanso al titular de la Secretaría de Seguridad Pública del Estado, Arturo Bermúdez Zurita, pues últimamente todo le sucede. La inseguridad se ha disparado en la Entidad luego de que asistiera a la graduación de cerca de 900 oficiales dentro del nuevo modelo policial el secretario de Gobernación, Miguel Osorio Chong, en donde reconoció éste los esfuerzos del gobierno de Javier Duarte de Ochoa por que la ciudadanía esté en paz.
Primero fue la muerte del cantante Gibrán Martiz Díaz, después una serie de secuestros, asaltos y el cierre de algunos negocios por extorsiones, posteriormente la desaparición del periodista Gregorio Jiménez de la Cruz, y ahora la agresión por parte de miembros de la policía a su cargo a periodistas acayuqueños.
El horno no está para bollos, los capítulos de violencia, levantones y secuestros se reproducen en toda la geografía, por lo que ciudadanos y medios mantienen la sensibilidad y el desasosiego a flor de piel, por eso es incomprensible la falta de tacto de las fuerzas del orden en general, y lo sucedido en Acayucan en particular.
Y ante el desaguisado no queda más que pensar que los supuestos guardianes del orden no tienen compostura, así, con actitudes imprudentes y gorilescas, ni cómo ayudarles.
Ahora bien, ¿tiene responsabilidad Arturo Bermúdez Zurita? Sí, pues es el encargado de la seguridad de los veracruzanos; el responsable del actuar y comportamiento de los policías es el Secretario de Seguridad Pública, ni más ni menos.
Desde luego que el fenómeno de la violencia es multifactorial. La pobreza, el desempleo, el hambre y la falta de oportunidades son algunos de los nutrientes del caballo negro de la guerra.
Hacen falta recursos, conocimiento, experiencia, pero sobre todo un enorme compromiso social en quienes desempeñan los altos puestos en la administración pública, para amortiguar cuando menos el malestar social, pero si no tienen el control, mando y respeto de sus subalternos, será difícil que logren entregar buenas cuentas a quien les otorgó la confianza, y pareciera que eso es lo que le está sucediendo a Arturo Bermúdez.
Por eso, cuando uno observa la fotografía del procurador del Estado Amadeo Flores Espinoza, del secretario de Gobierno Erick Lagos Hernández, y de la coordinadora General de Comunicación Social, Gina Domínguez Colio, enfrentando los reclamos, absorbiendo las agresiones verbales y soportando los ataques, fundados o no, lo menos que uno puede observar en sus rostros es el gesto de molestia contenida por tener que enfrentar problemas que no son originados por su quehacer público; sin embargo, disciplinadamente hacen acto de presencia como representantes del gobierno del Estado.
La desaparición del periodista Gregorio Jiménez de la Cruz ha resultado ser un detonante de la inconformidad de periodistas, reporteros e integrantes de los medios del sur del Estado, que se han manifestado en marchas y protestas y a quienes los discursos y las declaraciones no les protegen en el diario quehacer del informar, menos aún la Comisión de Atención, Seguimiento y Protección de los Periodistas, que a decir de los tundeteclas no sirve para nada.
Si el estrés que genera la desaparición de Gregorio no fuera motivo suficiente para respetar como mínimo a los periodistas, policías sin el menor asomo de prudencia provocan aún más la furia de los medios de Acayucan, al desaparecer la camioneta de Miriam Cárdenas Gracia que participaba en la manifestación, con el argumento de que tenía reporte de robo, lo que motivó que los manifestantes se trasladaran a la sede de Seguridad Pública en la Llave del Sureste, en donde a los empujones y agresiones rompieron un cristal que lastimó a varios de ellos.
Acayucan es cuna de periodistas, la gente es aguerrida y combativa. Varios de ellos han resistido el ataque del poder en distintas etapas, y no es el color azul el que les va a intimidar o atemorizar.
Lejos quedaron aquellos tiempos en el que los uniformes obligaban a bajar la cabeza por el miedo a sufrir represalias por contradecir al hombre de poder. Menos aun cuando desaguisados como el de Orizaba, en donde personal de ayudantía provocaron un zafarrancho en el Hotel Trueba, a lo que el alcalde tuvo que aclarar en su cuenta de Facebook que no había existido ningún ataque, que el tiro que se escuchó por parte de los huéspedes fue uno que se le fue en medio de una discusión a los encargados de velar por la seguridad de funcionarios del gobierno del Estado.
En la tarea gubernamental no existen recetas mágicas ni pociones secretas, lo que hay que hacer es respetar la Ley y a los gobernados. Difícil es opinar sobre cuáles deberían de ser las medidas a aplicar para resolver los problemas que la administración está enfrentando; sin embargo, queda claro que entiendan que los enemigos no son ni los medios y menos aún los ciudadanos.
Le urge al gobierno del Estado establecer un pacto con los veracruzanos, fundado en el respeto, la verdad y no en obsequiar una imagen propia, entusiasta pero irreal. Un acuerdo en el que la opinión pública y de los veracruzanos sea tomada en cuenta en aras de la gobernabilidad. No hacerlo agranda la brecha entre pueblo y gobierno, aventura un divorcio que será dañino para las dos partes.
Ojalá aparezca Gregorio Jiménez de la Cruz sano y salvo, esperemos que no haya más agresiones para fotógrafos y periodistas, deseamos le vaya bien al gobierno del Estado, porque si le va bien a éste, le irá bien a los ciudadanos, desear lo contrario es de personas enfermas que no buscan el bien común. (Tomado de Diario La política
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